jueves, 30 de octubre de 2008

Inmundicia

Y es este un mundo derrotado al que las fuerzas se le agotan.
Ya no tiene más objetivo que la muerte, ni alguna otra meta que no sea la extinción.
Y ante la abrumadora presencia de ojos expectantes, el planeta,
a punto de exhalar su último suspiro, convulsiona y se remueve,
agitando el lecho donde yacía apático aplastado por el tedio de su propia existencia.

Desfalleció en su intento de domar las fieras
y así acabó por desatar las cadenas que las ataban y se abandonó a su hambriento deseo
y a la lujuria del mordisco a sus entrañas. Y ahora corren despavoridas, ansiosas por encontrarse,
con el rostro desencajado por no hallar de nuevo el lago en el que antes se reflejaban.
Algunas tiemblan postradas sobre los despojos de su suerte y otras claman,
mudas contenidas, a las sordas hordas que ordenadas se precipitan
al vacío que imaginan a la altura de sus pies.

Desgarradas las paredes por las uñas malheridas,
otros ocupan la habitación. Sobre la puerta un letrero: Bienvenidos a Inmundicia.